viernes, 12 de marzo de 2010

Tengo una colección de gorriones

Entre las numerosas especies de aves canoras,
pájaros (passeriformes),
repartidos por todo el mundo, me gusta sobre todo una
de dimensiones pequeñas que vive en la parte de atrás de mi casa,
igual que un inmigrante en una ciudad provisional.

Los nidos (grandes y desordenadas esferas con entradas laterales)
brotan por estas fechas en las cavidades de las paredes exteriores.
Ambos progenitores incuban los cuatro o seis huevos
de las puestas. Las crías,
naciendo ciegas, desprovistas de plumas,
completamente dependientes de los progenitores
bastante tiempo (leí el otro día
en una enciclopedia de las aves cuando fui
a comprar papel para la impresora
y mandarte por correo las cosas que habías olvidado
aquí en el cuarto). No
me agrada nada desconocerte así,
en las palabras garabateadas con prisa en una
hoja cualquiera. Las cartas son para las personas
a las que no me interesa hablar más,
diría el Otro que fui y que Gatita quiso como a los vasos de whisky.
Tú bien me avisaste que habría un tiempo
en que iríamos a quedarnos lejos el uno del otro.
Y que estaría bien que nos acostumbráramos a
comunicar así, por escrito. Así, como ahora.

A veces, cuando estoy en la cama antes de dormir,
casi consigo oír a las crías pidiendo comida a los padres,
estirando el pescuezo y abriendo el pico.
A veces, igual que ellos, casi queriendo decirte alguna cosa,
entreabro los labios sin darme cuenta y la noche
me entra completa por la garganta, hasta incluirme los gritos como un alimento,
fosa adentro;
es tarde y pasan aviones en el cielo de mi boca.

domingo, 7 de marzo de 2010

Derrota

Este poema fue escrito por Rafael Cadenas en 1963, pero lo sentí mío desde ke lo leí en el 2001, por eso le hice algunos (ligerísimos) ajustes y podrá leerse como si fuera mío, este tipo me lo ganó de veras (muchos años antes, lo sé) pero en este momento lo habría escrito, si hubiera tenido la chance. =)


Yo que no he tenido nunca un oficio
que ante todo competidor me he sentido débil
que perdí los mejores títulos para la vida
que apenas llego a un sitio ya quiero irme (creyendo que mudarme es una solución)
que he sido negado anticipadamente y escarnecido por los más aptos
que me arrimo a las paredes para no caer del todo
que soy objeto de risa para mí mismo que creí
que mi padre era eterno
que he sido humillado por profesores de literatura
que un día pregunté en qué podía ayudar y la respuesta fue una risotada
que no podré nunca formar un hogar, ni ser brillante, ni triunfar en la vida
que he sido abandonado por muchas personas porque casi no hablo
que tengo vergüenza por actos que no he cometido
que poco me ha faltado para echar a correr por la calle
que he perdido un centro que nunca tuve
que me he vuelto el hazmerreír de mucha gente por vivir en el limbo
que no encontraré nunca quién me soporte
que fui preterido en aras de personas más miserables que yo
que seguiré toda la vida así y que el año entrante seré muchas veces más burlado en mi ridícula ambición
que estoy cansado de recibir consejos de otros más aletargados que yo («Ud. es muy quedado, avíspese, despierte»)
que nunca podré viajar a la India
que he recibido favores sin dar nada a cambio
que ando por la ciudad de un lado a otro como una pluma
que me dejo llevar por los otros
que no tengo personalidad ni quiero tenerla
que todo el día tapo mi rebelión
que no me he ido a las guerrillas
que no he hecho nada por mi pueblo
que no soy del EZLN y me desespero por todas estas cosas y por otras cuya enumeración sería interminable
que no puedo salir de mi prisión
que he sido dado de baja en todas partes por inútil
que en realidad no he podido casarme ni ir a París ni tener un día sereno
que me niego a reconocer los hechos
que siempre babeo sobre mi historia
que soy imbécil y más que imbécil de nacimiento
que perdí el hilo del discurso que se ejecutaba en mí y no he podido encontrarlo
que no lloro cuando siento deseos de hacerlo
que llego tarde a todo
que he sido arruinado por tantas marchas y contramarchas
que ansío la inmovilidad perfecta y la prisa impecable
que no soy lo que soy ni lo que no soy
que a pesar de todo tengo un orgullo satánico aunque a ciertas horas haya sido humilde hasta igualarme a las piedras
que he vivido quince años en el mismo círculo
que me creí predestinado para algo fuera de lo común y nada he logrado
que nunca usaré corbata
que no encuentro mi cuerpo
que he percibido por relámpagos mi falsedad y no he podido derribarme, barrer todo y crear de mi indolencia, mi flotación, mi extravío una frescura nueva, y obstinadamente me suicido al alcance de la mano
me levantaré del suelo más ridículo todavía para seguir burlándome de ustedes y de mí hasta el día del juicio final.